Onicofagia: comerse las uñas

Cuerpo

Onicofagia: comerse las uñas

Te llevas la mano a la boca sin darte cuenta y comienza el ritual: morder, cortar y comerse las uñas es algo que se hace sin pensar y allí radica la dificultad para dejarlo

La onicofagia, tal como se denomina al hábito de comerse las uñas, se torna involuntaria, repetitiva e irreflexiva una vez instaurada en el repertorio conductual.

No hay una explicación clara de por qué una persona se come las uñas y, sin embargo, sí se han encontrado componentes hereditarios de peso. El hábito puede normalizarse en algunas familias y exhibirse en hermanos y parientes cercanos.

La onicofagia a menudo está vinculada con otros comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo. Es por eso que resulta interesante explorar en quien la padece su relación con el cuerpo a lo largo de los años.

En la consulta, conviene vincular la tensión de la mordida con el estrés y las emociones y buscar este patrón en otras manifestaciones. Así, comerse las uñas, los padrastros y cutículas, morderse los labios o la parte interna de las mejillas aparecen como comportamientos estrechamente vinculados.

No todas las personas que se comen con frecuencia las uñas presentan el mismo nivel de gravedad y afectación

Sin embargo, hay otras problemáticas de distinta índole que no conviene subordinar a la onicofagia, como la tricotilomanía -arrancarse el pelo-, la excoriación -rascarse o arrancarse la piel- o el bruxismo -rechinar los dientes al dormir-. Estos comportamientos pueden presentarse junto a la onicofagia sin que comerse las uñas sea el eje principal de la problemática.

Relacionar un hábito tan automático con las emociones puede resultar difícil, para dilucidarlo es útil descubrir y tomar consciencia de los elementos antecedentes que disparan el comportamiento.

Muchas veces, las situaciones de estrés cotidianas que requieren una buena dosis de atención, como la conducción o el estudio, son grandes detonadores. Sin embargo, el hábito también parece ser muy frecuente en los casos TDHA y en algunos casos de trastorno obsesivo-compulsivo. Ambos diagnósticos revisten una seriedad que merecen especial atención profesional.

Las consecuencias insospechadas

Es habitual que quien se coma las uñas no tenga consciencia de cómo repercute el hábito en su salud. Sin embargo, no todas las personas que se comen con frecuencia las uñas presentan el mismo nivel de gravedad y afectación, por lo que debemos ser capaces de medir el malestar que este comportamiento provoca en cada persona, en su salud y/o en su entorno.

También es importante conocer las soluciones intentadas, profundizando en los casos en los cuales se hayan tomado medidas infructuosas para cesar la conducta.

Otra variable a tener en cuenta son las consecuencias emocionales, sociales y laborales que genera la onicofagia en la vida del usuario. Especialmente en aquellos ámbitos profesionales en los que pese el componente estético y se den reacciones de firme rechazo e intolerancia hacia este comportamiento.

Por último, pero no menos importante, considerar el deterioro frecuente que presentan quienes se comen las uñas a nivel orgánico: paroniquia -infecciones alrededor de las uñas-, daños en el esmalte o en las piezas dentarias, dificultades para mantener la conducta bajo medidas higiénicas, etc. hacen que comerse las uñas pueda ser motivo de consulta psicológica.

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